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Francisco Moscoso

Profesor Retirado, Universidad de Puerto Rico
Aadémico de número de la Academia Puertorriqueña de la Historia

Trasfondo histórico

En distintos periodos del siglo 19 se puso de manifiesto un movimiento por la independencia de Puerto Rico. El primero afloró en 1809-1812, en lo que las autoridades españolas llamaron la “conspiración de San Germán”. En el mismo estuvieron involucrados el alcalde Francisco Antonio Ramírez de Arellano, Felipe de Quiñones y otras figuras prominentes de aquel poblado. Se extendía mucho más allá, incluso hasta la capital de San Juan, aunque tenía su sede organizativa en la Villa.[1]

Durante el Trienio Liberal de 1820-1823, se constituyó la Sociedad de Liberales Amantes de la Patria, dirigida por Juan Nepomuceno Otero, José Escuté y otros que reunía favorecedores de la autonomía y de la independencia. Publicaron el periódico El Investigador, promoviendo sus aspiraciones y exponiendo sus perspectivas. A aquel momento también pertenecen las actividades patrióticas de María de las Mercedes Barbudo, desterrada a Venezuela, y el proyecto de independencia promovido por el general puertorriqueño Antonio Valero de 1823, que formaba parte del alto mando de Simón Bolívar.

Tras la negativa del Gobierno de España de aprobar prometidas “Leyes Especiales” de ingrediente autonómico para gobernar a Puerto Rico en 1837, al año siguiente fue descubierto el intento de rebelión armada de 1838. Contaba con cierto apoyo del Regimiento de Granada que guardaba la entrada a San Juan desde el Fuerte de San Cristóbal, cuando la capital era amurallada a la vuelta redonda. Un contingente de campesinos y jornaleros, dirigidos por el hacendado (y militar) puertorriqueño Andrés Salvador Vizcarrondo, Pablo Andino y otros líderes, se disponían a atacar a San Juan para capturar al gobernador, mariscal Miguel López de Baños, y proclamar la libertad; cuando fueron delatados se frustró el objetivo. Hubo ejecuciones de soldados y sentencias de prisión para otros. José Escuté y Florentino Gimbernat fueron desterrados. Los hermanos Andrés y Salvador Vizcarrondo escaparon a Venezuela.

Ocasionalmente, el ideal independentista se hizo sentir con actos de represión contra individuos particulares. Tal fue el caso del médico Ramón Dapena, con lo que se destapó un movimiento independentista en Guayama en 1839. El Dr. Dapena era regidor en el gobierno municipal. En oficio del general López Baños al secretario de Estado, del 6 de agosto de 1839, le informó que Dapena:

Se ocupaba continuamente en conversaciones políticas relativas a la independencia, de la que es un decidido partidario, sosteniendo entre las personas de su confianza doctrinas revolucionarias, y fomentando, aunque con las precauciones que lo ponen a cubierto de una justificación judicial, los deseos y esperanzas de los alborotadores en una población llena de extranjeros y de personas procedentes de las colonias españolas emancipadas y donde el fomento del comercio y la agricultura proporciona a sus habitantes muchos recursos de todas clases, siendo por lo mismo más a propósito para encender el fuego de la insurrección.

Evidentemente, el gobernador contaba con espías o informantes en Guayama, como sucedía en todos los pueblos de la isla. “Considerando este peligro y no dudando de la exactitud de los informes confidenciales que se me han dado”, según lo apuntó. López Baños ordenó la separación del doctor Dapena como regidor, “y le he mandado venir a esta capital a donde le haré fijar su residencia por ahora con el objeto de observar de cerca su conducta política”; (AHN, Ultramar 5062, Expediente 41).

Los dictadores militares españoles no toleraban ninguna idea contraria a la dominación colonial. En la década de 1840 el general Santiago Méndez Vigo, destituyó de su puesto de vocal-secretario de la Comisión Superior de Instrucción Pública al educador Francisco Tadeo de Rivero, por sus “ideas liberales”. Ese paranoico gobernador decretó una orden prohibiendo a los varones (excepto los militares) usar “bigote ni pera” (chiva), sospechando que pudiera ser un signo entre algunos de “un proyecto conspirativo”.  Cuando los dominicanos liderados por Juan Pablo Duarte conquistaron la independencia en 1844, con la solidaridad de un grupo de puertorriqueños entre los que figuraba Antonio Duvergé, el gobernador se empeñó en extinguir cualquier asomo independentista en Puerto Rico. El general Fernando Norzagaray ordenó el arresto del poeta Daniel Rivera por su poema desafiante Agueybaná el Bravo, en 1854, y el cierre del periódico El Ponceño donde se publicó; luego, el “Danny Rivera” del siglo 19 logró escapar de la cárcel y de la colonia estranguladora.[2] Todavía, en el Puerto Rico colonizado de hoy, hay calles que llevan los nombres de esos déspotas españoles en Mayagüez y en San Juan. Desde aquí propongo se cambie el nombre de la calle Méndez Vigo a la del abogado defensor del pueblo Segundo Ruiz Belvis, en Mayagüez; y el de la calle Norzagaray, a la del artesano tipógrafo y líder obrero, Ramón Romero Rosa, en San Juan.

Gestación del movimiento

Durante el mando del general Félix María Messina, del 29 de abril de 1862 al 18 de noviembre de 1865, el gobierno descubrió otro movimiento que promovía la independencia. Entre sus líderes principales figuraban el médico Ramón Emeterio Betances (1827-1898) y el abogado Segundo Ruiz Belvis (1829-1867). En su biografía sobre Ruiz Belvis, el historiador Mario R. Cancel señala que ellos se conocieron cuando coincidieron en el mismo barco que los llevaba a España y a Francia a cursar sus estudios universitarios, hacia marzo de 1849.[3]

Antes de continuar, digamos algo sobre el significado de movimiento. Deriva de la palabra el latín, moveré, mudar algo de un lado a otro; significando, a su vez, la acción y efecto de mover. En el sentido político que tratamos, movimiento significa las acciones, con todas sus repercusiones, de un grupo social (que puede o no integrar distintas clases sociales) que se une y organiza para promover un ideal y proyecto político, social y económico, y cultural, de una sociedad o nación.

Desde sus años universitarios, ambos eran partidarios de la independencia y de la abolición de la esclavitud. Durante el periodo de la guerra por la independencia de Cuba de 1895-1898, el periódico La Revue diplomatique de París, publicó el artículo de Betances “Souvenirs d’un révolutionnaire” (Recuerdos de un revolucionario).[4] Betances apuntó que desde 1848, a sus 21 años cuando comenzaba estudios de Medicina en la Universidad de París, viviendo en el Barrio Latino, publicaba artículos en periódicos “a favor de la libertad de las Antillas”. Relató sobre su intercambio de ideas con un grupo de jóvenes cubanos ricos que estuvieron de pasada en París y estaban entusiasmados con una expedición que organizó desde Estados Unidos Narciso López para independizar a Cuba, en 1851. ¿Quién era ese personaje?

Narciso López de Urriola (1797-1851) era un venezolano, nacido en Caracas, hijo de una familia rica de origen vasco. De joven combatió en el ejército español contra los rebeldes independentistas en diversas batallas, incluyendo la de Carabobo (1821). Después de unos años en España, se mudó a Cuba como asistente del gobernador, además llegó a poseer un ingenio azucarero en Cienfuegos en la década de 1840. Cuando la clase hacendada vio sus intereses amenazados por el fin del tráfico de esclavos, que eran numerosos en Cuba, López cambió su rumbo político. Se unió al sector, como el Club de La Habana, que promovía la independencia de Cuba para anexar la isla a los estados esclavistas del sur de Estados Unidos. Con rango de general, Narciso López estuvo al frente de tres expediciones organizadas desde Estados Unidos. Irónicamente, fue él quien diseñó la bandera tricolor de Cuba.  En la última fue capturado por las fuerzas españolas, y condenado a muerte por garrote. Fue ejecutado en La Habana el 1 de septiembre de 1851.[5]

Al ver el rumbo anexionista que llevaban aquellos jóvenes cubanos en París, un Betances que ya intuía el peligro del imperialismo de donde viniera les advirtió: “No plantéis la palma en Washington, ni el manzano en La Habana, pues perecerán ambos”. Cuando les llegó la noticia de la derrota de López, Betances les dijo. “¡Cuba triunfará por sí misma!”; a lo que respondieron todos, “¡Viva Cuba libre!”. Entonces hicieron un juramento: “Trabajar hasta la muerte contra el despotismo español, en favor de la independencia de las Dos Antillas”.[6]

Antes de embarcar para Europa, Betances, quien había sido enviado por su padre a estudiar desde los 13 años a Toulouse, Francia, pasó unas vacaciones en Puerto Rico. Ello coincidió con el Bando contra la raza africana del gobernador Juan Prim, en 1848, reprimiendo por igual a los negros esclavos o libres. Desde entonces, el joven Betances repudió la esclavitud. Cuando regresó a Puerto Rico ya graduado de médico, en 1855, Betances era independentista, antillanista y abolicionista.

Segundo Ruiz Belvis comenzó sus estudios en Derecho en la Universidad Central de Madrid en 1849. Formó parte de la Sociedad Recolectora de Documentos Históricos de Puerto Rico, dirigida por Román Baldorioty de Castro. Ese esfuerzo de crear conciencia y de afirmación nacional culminó con la publicación de la antología documental editada por Alejandro Tapia y Rivera, Biblioteca Histórica de Puerto Rico, publicada en 1854.[7] Entre sus amigos españoles figura el periodista y novelista Julio Nombela (1836-1919). Haciendo referencia a observaciones de Nombela, Mario Cancel señaló que Ruiz Belvis ya se identificaba como independentista desde sus años universitarios: “Nombela nos presenta a Ruiz Belvis hacia el año 1854-1855 cuando éste tendría unos veinticinco años. Los comentarios de Nombela dejan claro que ya desde ese temprano periodo Ruiz era separatista y ello lo hacía particular dentro del grupo”.[8]

Establecido en Mayagüez, Betances era reconocido por su participación activa junto al Dr. José Francisco Basora y otros médicos enfrentando la epidemia del cólera en 1856. Ruiz Belvis fue incorporado al Colegio de Abogados en 1857 y también fue a vivir a Mayagüez. En noviembre de ese año fue designado Síndico del Ayuntamiento, y como tal era depositario y responsable de los fondos públicos.

Betances y Ruiz Belvis, junto a otros, organizaron una sociedad secreta promoviendo la abolición de la esclavitud. Paralelamente, fomentaban el independentismo. En 1859, los dos fueron objeto de la represión del gobernador, general Fernando Cotoner. Betances fue desterrado por un año y Ruiz Belvis se ganó la enemistad del general cuando denunció la corrupción y uso indebido de fondos municipales.

Entre rumores y realidad

En 1861, temiendo perder el poder, el presidente y dictador de la República Dominicana, Pedro Santana, con el apoyo del general Francisco Serrano, gobernador español de Cuba, instrumentaron la anexión de Santo Domingo a España en 1861. De presidente, Santana se redujo a alcalde de la capital. Sin embargo, el interludio anexionista no duró mucho. Entre 1863 y 1865 se desató la Guerra de Restauración de la independencia de la República Dominicana, lidereada por Gaspar Polanco, Gregorio Luperón, José María Cabral y otros patriotas liberales.[9] Fue en ese contexto, que el movimiento independentista cobró nuevos bríos en Puerto Rico. Betances y Luperón llegaron a ser amigos solidarios.

En aquel contexto se pusieron de manifiesto actividades de un movimiento independentista, en 1864, encabezado por el médico, Ramón Emeterio Betances y el abogado Segundo Ruiz Belvis, con sede en Mayagüez, donde ambos residían y trabajaban. Contaban con el apoyo de los dominicanos exiliados, sacerdote Fernando Arturo Meriño y el periodista y escritor Félix María del Monte (también escrito como Delmonte). El movimiento independentista de Mayagüez, de 1864, fue detectado por el servicio de espionaje del gobernador, general Félix María Messina, quien “se apresuró a tomar las medidas pertinentes para frustrar el golpe”, según apuntó el historiador Cruz Monclova.[10]

Resta por ver si el movimiento independentista en 1864 tenía toda la intensidad y magnitud que se ha planteado en la historiografía. Un problema en la historiografía, que a su vez exhibe falta de rigor en cuanto a métodos de investigación e interpretaciones sin fundamento en este caso, es la poca información sobre el movimiento independentista de aquel periodo. La raíz del problema está en la fuente que sirve de punto de partida: José Pérez Moris, Historia de la insurrección de Lares (1872, primera edición). Pérez Moris, conservador español, tuvo acceso a porciones de documentos oficiales del Gobierno, pero no a todos. En algunos casos hizo referencia a las fuentes, pero en muchos no identificó de dónde obtenía la información. Su narración, en ocasiones, se elabora a base de rumores.

Veamos el cuadro de alarma pintado por Pérez Moris. Comenzó exponiendo que, “en 1864. Los más siniestros rumores circulaban por los campos y las poblaciones de Puerto Rico”. Dijo que el “general y exministro de la guerra” dominicano Domingo Delmonte andaba recorriendo “el litoral de Puerto Rico” y sosteniendo conversaciones “a bordo y en los puertos con las personas más conocidamente desafectas a España”. Se refirió a un comandante Perignat que lo vio “hablando misteriosamente con un puertorriqueño de conocidas ideas separatistas” (no identificado…). Evidentemente, Pérez Moris estaba mal informado o confundido con nombres. Domingo del Monte nació en Venezuela en 1804, sus padres emigraron a Santo Domingo unos años y luego a Cuba. Era abogado y escritor, nada que ver con Puerto Rico, y en 1864 solo podrían encontrarse en la imaginación con su fantasma, pues había muerto en 1853. Quien estuvo exiliado en Puerto Rico un tiempo fue Félix María Delmonte (1819-1899). De joven participó en el movimiento la Trinitaria que conquistó la independencia de la República Dominicana (1844). Fue poeta y periodista, y fundó El Dominicano, primer periódico de la república.

Pérez Moris añadió que:

Al mismo tiempo en Mayagüez, San Germán y otros puntos en que predomina el elemento separatista, se veían frecuentes reuniones que tenían lugar en casa de los hombres más anti-españoles, ya en poblado, ya en los campos. A ellas concurría con frecuencia el célebre doctor don Ramón Emeterio Betances. Un tal don José de Paradís, en compañía del teniente, cura y otras personas influyentes, mantenían un foco de conspiración en la primera población mencionada.

Aunque compuso una obra que llamó de Historia de la insurrección de Lares, y tiene muchos aspectos que la cualifican en la historiografía, Pérez Moris no era historiador: fue periodista e ideólogo de los conservadores españoles. En la reconstrucción de la historia, especialmente teniendo en mente la misión pedagógica con la sociedad, debemos procurar documentar meticulosamente y corroborar en lo posible la información. Igualmente, la tarea comprende buscar explicar, hacer análisis y ofrecer puntos de vista con fundamentos. Ese cuadro de Pérez Moris presupone que el gobierno tenía una vigilancia policiaca por todo el país y que tenía identificados individuos subversivos o sospechosos. Hubiese sido interesante saber quiénes eran aquellos “hombres más antiespañoles”, en los pueblos y campos, y saber quiénes eran Paradís, “el teniente”[11], “el cura” y las “otras personas más influyentes” que convirtieron a Mayagüez en “foco de conspiración”.

Al examinar la documentación digitalizada en el Portal de Archivos Españoles sobre el gobierno de Messina encontré solo algunos datos pertinentes. El gobernador envió un informe general sobre la colonia al ministro de Ultramar, en noviembre de 1865. En el apartado titulado Policía, señaló que había tres unidades de vigilancia: serenos, guardias municipales y guardias rurales. Dijo que no estaban presentes en todos los pueblos y que era un “servicio ineficaz”. Por tal motivo, creó “una Guardia civil veterana de Infantería y Caballería”. También designó Comisarios de barrios a sueldo en la Capital, como auxiliares de la guardia urbana.[12] La institución de los comisarios de barrios por todo el país existía desde el último tercio del siglo 18; es un tema que aguarda por una investigación a fondo. Podemos suponer que alguna vigilancia se mantenía; si se hicieron informes, o no han aparecido, o se han perdido.

Por otra parte, Cruz Monclova señaló que, mediante la Circular del 10 de septiembre de 1863, desde más de un año antes, el general Messina recalcó a los alcaldes a cumplir con el artículo 82 de su Bando de policía. Este ordenaba que todo viajero que pernoctara en los pueblos o que pasara allí unas horas “fuese obligado a presentar su pasaporte a las autoridades”.[13]

Pero, más significativo (aunque también catalogado como rumor) fue lo siguiente. Según Pérez Moris: “En septiembre de 1864, hallándose Betances en Venezuela, corrió el rumor de que éste había comprado diez mil fusiles y que los tenía depositados en la isla de la Mona y que en la Nochebuena tendría lugar un general levantamiento en toda la Isla. A niños inocentes se les oyó decir, repitiendo sin duda lo que a sus padres oyeran, ¡Viva la república!”.

Pérez Moris avivó el ambiente con lo que dijo estaba sucediendo en octubre:

En octubre, la actividad que se notaba en casi toda la isla los descontentos era extraordinaria. Veíanse entrar con inusitada frecuencia hombres a caballo en pueblos en donde en tiempos normales no se veía un pasajero; y se les veía salir aceleradamente como si fueran, que lo serían, portadores de pliegos importantes; y por la soledad de los campos y por todas partes veíanse hombres extraños, viajeros que, bajo fútiles pretextos, recorrían la Isla en todas direcciones.

El momento para un levantamiento era propicio, señaló Pérez Moris, porque al tener muchos soldados destacados en la guerra de Santo Domingo, la isla estaba desprotegida. Según él, la osadía de los puertorriqueños era tal que: “Con increíble audacia se mofaban los conspiradores de España, del Gobierno y de los españoles todos. Ya casi no se ocultaban para conspirar”.

Sobre el misterioso José Paradís, que al parecer tenía un puesto dirigente, Pérez Moris escribió:

En el mismo casino de Cabo Rojo se veía a Paradís, el que poco tiempo después asesinó a un esclavo con la más repugnante crueldad, recibir emisarios, llamarlos aparte y comunicarles sus órdenes fuera del oído, pero a la vista del mismo comandante militar y corregidor, partiendo aquellos ayudantes de la insurrección con presteza a obedecer las órdenes de su general como si se hallaran en las trincheras de la rebelión.

Ante tamaña movilización, parecía que Puerto Rico estaba al borde de estallar en revolución independentista el 24 de diciembre. Pero, ¿es que vamos a creer que los “conspiradores” estaban actuando al descubierto, sin tomar medidas de precaución y secreto? ¿Estaba todo el país, como hace creer Pérez Moris, tan enterado y movilizado? ¿En aquel Puerto Rico donde no había carreteras y autopistas atravesando la isla? ¿Donde para moverse de un lado a otro solo se contaba con el caballo o la caminata a pie, tomando muchas horas y días en llegar? ¿En aquellas circunstancias en que no había los medios de comunicación de los teléfonos celulares y las llamadas “redes sociales”? Y, asumiendo que Betances hubiera conseguido el armamento mencionado, ¿cómo lo trasladó a la isla de Mona sin ser detectado por las autoridades? Y luego, cómo iba a moverlo de Mona a algún lugar adecuado de la costa oeste de Puerto Rico, ¿no requería otra logística y mucho cuidado? Además de fusiles, ¿no hacía falta un abastecimiento grande de municiones? ¿Acaso los contingentes rebeldes, por toda la isla, no requerían entrenamiento militar, empezando con aprender a usar los rifles y hacer los disparos con puntería? Eso, en cualquier caso, no era algo que se podía hacer a la vista de todo el mundo.

El propio Betances abonó algo a las expectativas revolucionarias en 1864. Muchos años después, en el contexto de la segunda guerra de independencia de Cuba (1895-1898) y cuando al mismo tiempo el Partido Revolucionario Puertorriqueño, con sede en Nueva York, fomentaba el levantamiento en Puerto Rico con proyectos de expediciones del exterior, aludiendo al 1864, Betances le escribió a su director, el Dr. José Julio Henna, entre otras cosas, lo siguiente:

Cuba marcha, a pasos agigantados, hacia la independencia y Puerto Rico tiene que seguirla. Pero hay que saber si el pueblo responde a las  excitaciones de fuera. Desde antes del [18]65 Basora y yo teníamos la isla agitada, inundándola de papeles revolucionarios: pero yo estaba adentro y era quien los distribuía, al mismo tiempo que introducía armas. No sé si pasa lo mismo esta vez, o si encuentran ustedes eco en el interior Tienten bien el terreno ante todo.[14]

Aquí tenemos dos afirmaciones de Betances: (1) con la ayuda de Basora, tenían a Puerto Rico “inundado” de propaganda revolucionaria; y (2) estaba introduciendo armas desde afuera. El Dr. José Francisco Basora fue forzado al exilio en 1858, y se había establecido en Nueva York. Esto presupone que tenían un esquema de impresión de materiales, en grandes cantidades, que de alguna manera Basora hacía llegar a Mayagüez (tiene que haber sido por vía marítima) y, llegados a manos de Betances, este ponía en marcha una “red” de distribución. ¿Estaba bien tentado el terreno en 1864? Si tenía la magnitud que se ha proyectado – por “todo el país” y con medio mundo movilizado – ¿por qué no se materializó el levantamiento armado? ¿Pecaron los líderes de sobre confianza y de subestimar al enemigo? ¿Se estaba pagando la novata?

Evidentemente, el tema es más complicado, tiene otros enredos, y requiere desmenuzarlo por partes, a ver adónde llegamos.

Nuestro grito de independencia

¿Qué hacía, desde cuándo y por cuanto tiempo estuvo Betances en Venezuela en 1864? Tiene que ver con una proclama revolucionaria sobre la cual, incluso, hay confusión.

Del relato de Pérez Moris, es cierto que Betances estuvo en algún momento de 1864 en Venezuela. Su viaje no fue por voluntad propia. Según Cruz Monclova, “a principios de1864” (sin dar fecha exacta) “agentes” de Betances hicieron circular una proclama (sin especificar ningún lugar), “excitando al pueblo a rebelarse contra el Gobierno español”. La proclama denuncia los tres siglos de despotismo colonial y el subdesarrollo en que España mantenía a Puerto Rico (incluso negándole tener una Universidad); llama a los jíbaros de Borinquen a no permitir que los forzaran a combatir a sus hermanos dominicanos, y exhorta a la unión antillana – de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo – y alzamiento en masa para dar el grito de independencia contra el colonialismo opresor español. La Proclama a los Puertorriqueños que publicó Cruz Monclova, dice a continuación:

Por más de tres siglos nos ha estado oprimiendo el despotismo español, sin que hasta ahora ningún hijo del país se haya visto llamado a ocupar un puesto de distinción, sino, al revés, perseguidos, desterrados y arruinados cuantos se han atrevido a manifestar o decir algo por el bien de sus paisanos.

Por más de tres siglos hemos estado pagando inmensas contribuciones y todavía no tenemos caminos, ferrocarriles, telégrafos ni vapores.

La morralla de España, compuesta de soldados y empleados, viene a la Isla sin una peseta, y después que nos saca el jugo, se vuelve a su tierra a gozar de los millones que nos pertenecen a nosotros, porque nosotros somos los que trabajamos.

Los gíbaros son pobres e ignorantes por culpa del Gobierno que prohíbe las escuelas, los periódicos y los libros, y, hace poco, acaba de negar que se funde una Universidad, para que los pobres, que no pueden mandar a sus hijos fuera de Puerto Rico, no consigan nunca verlos con el título de médico, abogado, etcétera.

El Gobierno está empeñado en que los gíbaros no sean más que jornaleros con libreta. Y últimamente, para explotarnos más, trata de hacernos odiar por nuestros hermanos, los hijos de Santo Domingo, obligándonos a tomar las armas para ir a pelear en contra de ellos, no satisfecho con haber destruido la república, valiéndose del pícaro Santana y sus compinches.

Puertorriqueños, no seamos tontos, no nos dejemosengañar con promesas y falacias que vengan de boca del Gobierno: sabemos por experiencia que España nunca cumple lo que ofrece. No nos durmamos: la ocasión es magnífica; no hay soldados en la Isla, y aunque los hubiera, la guerra de Santo Domingo debe habernos convencido de que un gíbaro con su machete en la mano, vale por cien españoles.

¡Arriba, puertorriqueños! Hagámosle ver a esa canalla que nos roba y nos insulta, que los gíbaros de Borinquen, no son ni cobardes con sus verdugos, ni asesinos con sus hermanos.

Unámosnos, alcémosnos en masa contra los opresores de nuestra tierra, de nuestras mujeres y de nuestros hijos. Nuestro grito de independencia será oído y apoyado por los amigos de la Libertad; y no faltarán auxilios de armas y dinero para hundir en el polvo a los déspotas de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo.[15]

A esa proclama extraordinaria solo habría que hacerle una observación. En tres periodos de gobiernos liberales, o al menos monárquico- constitucionales en 1809-1814, 1820-1823, y 1834-1837 – a Puerto Rico (y a Cuba) se les permitió elegir diputados a las Cortes o Parlamento de España; empezando con el diputado Ramón Power Giral. Lo cierto es, por otro lado, que fueron episodios efímeros, en que todo lo adelantado en materia de progreso económico y social, y del gobierno de la colonia, fue revertido en cada restauración de la monarquía absolutista o retrógrada, y para beneficio del capital financiero y comercial español y de los propietarios extranjeros admitidos al país y leales a España. Y Puerto Rico, durante el resto del tiempo estuvo gobernado por el despotismo militar. Como en la colonia dictatorial, por supuesto, no se enseñaba historia de Puerto Rico y solo la de España (a pocos escolares), no hay por qué pensar que incluso el puñado con títulos universitarios tuviesen conocimiento de todo ello. Aunque parece que lo compuso en 1854, el ensayo Noticia histórica de Ramón Power de Alejandro Tapia y Rivera no se publicó hasta 1873. Incluso ese libro, ¿qué tirada tuvo y cuantos lo conocieron?

Ahora bien, aquí es necesario hacer una crítica historiográfica. La fuente que Cruz Monclova dio para la proclama citada es la obra de Pérez Moris, que contiene un apéndice de documentos. En la página que él dio de referencia (p. 269, de la edición original de 1872) no figura esa proclama, sino otra parecida. Remito al Apéndice 1, para la proclama en la obra de Pérez Moris.[16] De dónde Cruz Monclova obtuvo esta proclama, queda en los misterios de sus investigaciones, que no son pocos.

Cruz Monclova apuntó que el gobernador Messina estaba convencido de que el autor de la proclama era Betances. Por eso el general le ordenó comparecer a la Fortaleza, residencia y sede del gobierno. Allí se produjo el intercambio siguiente:

Messina: “Conozco sus opiniones y las respeto personalmente. Pero no puedo permitir que esto continúe…”

Betances, según Cruz Monclova: “inició una explicación sobre la legitimidad y conveniencia de la independencia de Puerto Rico. Pero apenas pudo desplegar su razonamiento. Pues el Gobernador le interrumpió bruscamente, para decirle:

Messina: “Ahora, si usted continúa, entonces me veré obligado de colgarle de una de las almenas del Morro”.

Betances: “Pues, tenga bien entendido, general Messina, que la noche de ese día yo dormiré más tranquilo que Vuestra Excelencia”.

De inmediato se presentan problemas e insuficiencias con las fuentes citadas por Cruz Monclova: Eduardo Neumann Gandía, Luis Bonafoux, María Luisa Angelis y Luis Gómez Martínez. Vamos a examinarlo en la secuencia de las publicaciones. Estamos ante una escena casi mitológica.

Este intercambio entre Messina y Betances fue dado a conocer en unos apuntes biográficos de Eduardo Newmann Gandía, en 1899.[17] Como antecedente a la orden que dio Messina a Betances a comparecer a Fortaleza, Newmann Gandía señaló las actividades abolicionistas, pero para nada la proclama. Tampoco indicó de dónde sacó el intercambio. Dijo que Betances se asiló en París hasta que Messina fue relevado de la gobernación en noviembre de 1865.[18] No hizo mención de escala en Venezuela.

A ello siguió la antología de documentos, Betances, editada por y con prólogo del periodista Luis Bonafoux Quintero, cuya primera edición se publicó en 1901.[19] Bonafoux hizo la última entrevista a Betances en septiembre de 1898; luego reunió parte de sus documentos y cartas en la antología. En el prólogo hay algunas pinceladas biográficas de Betances. Sin hacer mención de la proclama y apenas aludiendo a la sociedad abolicionista, pasó a citar brevemente el intercambio Messina/Betances, sin indicación de dónde obtuvo esa información.[20]

En 1913, la escritora María Luisa de Angelís publicó el folleto Ramón E. Betances, sin ninguna referencia bibliográfica.[21] Tampoco sin mencionar la proclama, señaló la labor de Betances por la independencia y confederación de las Antillas como motivo de “las iras” del Capitán General y Gobernador Messina. Y solo citó brevemente el intercambio que costó a Betances su destierro a París.[22] No menciona viaje a Venezuela. Luis Gómez Martínez fue autor del folleto La vida del Dr. Betances (1927).[23]  Fuera de la referencia dada por Cruz Monclova, no hemos encontrado ni el texto ni nada acerca de este autor. Sospecho que no haya añadido nada diferente concerniente a lo que tratamos aquí.

Desenlace

¿Qué sucedió con el movimiento independentista de 1864? Estamos ante varias versiones. En algunas hay contradicciones, en otras se mezclan datos de 1865 con los de 1864, y por otra parte, en otras se cambia lo consignado en la fuente original, sin que podamos llegar a tener una noción precisa.

Volvemos a la fuente que tomamos como punto de partida. Después de armar todo un cuadro de revolución inminente, Pérez Moris intercaló una noticia con otro ángulo de la trama histórica de aquel momento. Mientras tanto, “por entre las masas sanas y honradas de la población decíase todos los días que se presentarían de un momento a otro, tantos y cuantos barcos armados y cargados de hombres y de armas, que de los Estados Unidos venían a proclamar la independencia de Puerto Rico. Y las transacciones se paralizaban y el terror invadía los ánimos de los hombres de negocio”. Nos preguntamos, si todo el país estaba agitado en favor del levantamiento proyectado para diciembre, ¿cuáles serían “las masas sanas y honradas” entre las que circulaba tal noticia? El autor no abundó sobre tamaña amenaza. Parece que no pasó de otro rumor, y de su estilo de alarma infundada.

A renglón seguido, equivocando el año (o fue error de imprenta), él escribió que “a principios del citado año de 1861 empezaron a circular con profusión proclamas incendiarias…” Evidentemente, se refería al 1864, y sería parte de la agitación que se venía dando.

Entonces, luego de elevar la temperatura revolucionaria, Pérez Moris dio otro giro a los acontecimientos. En fecha no indicada, llegaron procedentes de Santo Domingo 300 soldados enfermos y moribundos de Batallón de Cádiz a Mayagüez. El ideólogo español quiso hacer creer a los lectores (de aquel tiempo, y de ahora…), que bastó eso para infundir “miedo a los insolentes y cobardes enemigos de España, notándose desde entonces en aquella villa un marcado desaliento entre los laborantes”. ¿De veras vamos a creer que la presencia de esos soldados maltrechos fue suficiente para echarle un balde de agua fría a los revolucionarios?

Ante ese nuevo panorama, Pérez Moris afirmó que se recurrió a promover “sublevaciones parciales en los ingenios”. La táctica era obligar al Gobierno a enviar destacamentos militares a diversos establecimientos azucareros para contener “el desorden” y “obsequiarlos con comida envenenada para deshacerse de ellos”. Tampoco dijo de dónde procedía esa información. De eso no se dijo nada más.

A fin de cuentas (¿o de cuentos?), Pérez Moris admitió que: “Lo que se tramaba a últimos de 1864 nosotros no hemos podido, a punto, averiguarlo”.

Sin embargo, cerro su narración, diciendo: “Pero ello debió ser grave cuando en noviembre dio cuenta al Gobierno el capitán general de los trabajos separatistas que aquí se notaban cada día más pronunciados”.[24] Claramente, Pérez Moris no tuvo acceso a ese informe – de noviembre de 1864 – , y, desafortunadamente, no se ha encontrado entre los documentos de Messina en los archivos españoles; al menos, no entre los conocidos.

Entuertos historiográficos

Hago constar que las observaciones críticas que formulo aquí, no desmerecen toda la obra y contribuciones, que son muchas, de los autores y autoras a que me refiero. Llamo la atención, solamente, a algunos aspectos de metodología de investigación, falta de rigor en la exposición de datos y de interpretaciones que considero deficientes e insostenibles.

La versión de Pérez Moris, fraguada entre realidad, rumores, y alarmismo no documentado, ha hecho mella en la historiografía. Ya vimos que, para Cruz Monclova, en versión contradictoria y con su propósito ideológico comprometido con el autonomismo, bastó el destierro de Betances para hundir la proyectada revolución de 1864.

En 1984 se publicó la obra del historiador Germán Delgado Pasapera, Puerto Rico: sus luchas emancipadoras (1850-1898). Basado en parte en Pérez Moris y en Cruz Monclova, sobre lo que sucedía y el episodio de Messina/Betances, Delgado Pasapera presentó una secuencia desordenada de los hechos, y en algunos puntos, exagerada. Repitiendo lo expuesto por Pérez Moris, escribió: “en septiembre de ese año corría el rumor de que Betances había adquirido en Venezuela un cargamento de fusiles para llevar a cabo un alzamiento en Nochebuena”. Montado en el rumor, sin detenerse a ponderar, redujo los 10,000 fusiles a “un cargamento”. Y, reproduciendo los otros rumores que “encontraban eco en la masa de la población”, siguiendo la narrativa de Pérez Moris, Delgado Pasapera lo magnificó más: “La propaganda iba prendiendo en el pueblo en tal forma que lo que había sido hasta entonces una preocupación exclusiva de minorías se iba propagando en las masas”.

Delgado Pasapera indica que el 8 de noviembre, el Encargado de Negocios de España en Venezuela, Antonio López Cevallos, “escribía a Messina que había recibido informes de que algo se tramaba en Puerto Rico, y que el foco de la conspiración estaba en Santo Domingo. Según esos informes había agentes revolucionarios de Puerto Rico en Venezuela y uno de ellos era Aniceto de Aldrey”. Dio como fuente: AHH, Ultramar 5089, Expediente 2. Fui a la fuente digitalizada en PARES. Puede haber sido descuido involuntario, y asumo que así fue, pero Delgado Pasapera se equivocó de año. Lo expuesto no fue el 8 de noviembre de 1864, sino el del año siguiente de 1865. En la carta de López Cevallos, fechada en Caracas a 8 de noviembre de 1865, le expuso al general Messina:

En el día de hoy se me ha presentado un súbdito español y me ha dicho…de una conversación que oyó ayer, en una cantina o café, le han hecho creer que se trama en esa Ysla algún atentado contra el’ orden y contra la legítima dominación de la Corona de España; que el foco del plan se halla en Santo Domingo; que aquí no faltan partidarios y aun sospecha que han venido agentes; siendo probable que, en su opinión, que un señor Aniceto de Aldrey que, procedente de esa isla, vino no hace mucho tiempo a esta Capital, no sea extraño a esta criminal propaganda revolucionaria.[25]

Delgado Pasapera también comentó la proclama que Cruz Monclova dijo había circulado “a principios” del 1864, situándola “para los primeros días de noviembre” sin señalar fuente para esa afirmación. Luego de esto mencionó el “diálogo tenso y frío” entre Messina y Betances, conduciendo al destierro del patriota, “que volvió a París donde se dio a conocer como médico”.[26] Pero, cuatro párrafos antes, había situado a Betances en Venezuela comprando armas.

Por último, en 1987 se publicó la obra biográfica de la historiadora Ada Suárez Díaz, El Antillano. Para el 1864, Suárez Díaz parafrasea lo expuesto por Pérez Moris y trastoca la secuencia de eventos. Lo cita en cuanto a las actividades del “elemento separatista”, de Betances y de Paradís, etc. Pero, en contraste con Pérez Moris para quien había una red amplia de “laborantes”, jinetes y mensajeros por todas partes, Suárez Díaz escribió que “en Puerto Rico, los conspiradores no son muchos”, pero “se valen de todos los medios disponibles para propagar sus ideas antiesclavistas y separatistas”. Como resultado de ello, en esta versión, fue que Messina desterró a Betances.

Entonces, Suárez Díaz situó a Betances en Venezuela, con el señalamiento que sigue: “En septiembre de 1864 se dice que está en Venezuela y corre el rumor de que tiene escondidos mil fusiles en la Isla de la Mona, en espera de un golpe revolucionario para la Nochebuena”. Los 10,000 fusiles de Pérez Moris pasaron al “cargamento de fusiles” de número indefinido de Delgado Pasapera, y ahora a los 1,000 de Suárez Díaz. ¿Así es que se debe escribir la historia? Con todo respeto, me opongo y exhorto a que se rechace la historia al antojo y libre albedrío personal de los autores y autoras. El rigor de la investigación, es el respeto al pueblo, que en su inmensa mayoría son la clase trabajadora que, con todos los apremios de la vida cotidiana, poco o ningún tiempo tienen para dedicar a la lectura y formación histórica.

La circulación de la proclama que hemos venido discutiendo, Suárez Díaz la situó a final del año 1864 sin substanciar la fecha. “A fines de 1864 circula una proclama «incendiaria», sin firma”, que “algunos” le atribuyeron a Betances. No la relaciona con la confrontación que le hizo Messina.  Pues no fueron “algunos”, fue Messina. Y cita la proclama que Pérez Moris incluyó en su apéndice de documentos, que no es la misma citada por Cruz Monclova, como señalé antes. De ahí, sencillamente, pasa a comentar el afortunado fin (por éxito de los dominicanos) de la guerra en Santo Domingo.[27]

Comentario final

En Puerto Rico, claramente, hubo un movimiento promoviendo la independencia en 1864. Pero, evidentemente, ante la información fragmentada y en algunos casos sin respaldo documental, a lo que se suma el tratamiento errático e incongruente del tema en la historiografía, no es posible llegar a alguna conclusión definitiva.

Sirva este ejercicio de orientación, especialmente, a los y las jóvenes que serán historiadores e historiadoras en el futuro, y de cualquier otro ámbito académico interrelacionado. Para investigar un tema, por su puesto, lo primero que hay que hacer es identificar las fuentes primarias. Y no porque sean tales se debe asumir que lo que contengan significa la verdad o realidad de los hechos. Hay que leer y examinar los documentos con ojo crítico, procurando corroborar los datos y haciéndole preguntas a las fuentes.

El recorrido historiográfico pone de relieve que es necesario examinar lo que se ha escrito, igualmente, atentos a las fuentes y cómo son utilizadas, y a la coherencia de las narrativas. No basta con citar a un autor o autora, para repetir lo que han escrito sin más reflexión. Los historiadores y las historiadoras, y escritores y escritoras en general, también tienen sus puntos de vista y propósitos. Hay todo derecho a ello. Pero también téngase presente que influye en la manera en que se transmite la historia. Lo que hay que hacer es saber detectarlo y exponerlo; pues muchas veces se ocultan o revisten de camuflaje. Se pueden expresar opiniones e incluso tomar partido, pero que al menos sea documentado y congruente.

Por otro lado, hay que tomar cuidado en la redacción, procurar substanciar los argumentos y rechazar las tergiversaciones, difamaciones y exageraciones. Ello no le hace nada de bien a la historia, a la historiografía, ni a las causas que unos y otros favorecen.

Indudablemente, lo que venía sucediendo en el campo del patriotismo puertorriqueño desde años precedentes está relacionado con la revolución de 1868: el Grito de Lares. Ojalá se hubiese producido la revolución de la Nochebuena de 1864, y sobre todo con éxito. Pero hay que estudiarlo mejor y con la mayor profundidad y todo el rigor que se pueda. Esperemos que con investigaciones adicionales se identifiquen documentos inéditos, combinado con nuevas luces de análisis, que permitan reconstruir con más precisión y justicia la realidad del movimiento independentista puertorriqueño en 1864.


Apéndice

“La siguiente proclama, hecha a propósito del batallón de Milicias que desde aquí pasó a Santo Domingo en 1864, es una prueba del partido que sacarían los laborantes de la asimilación el día en que de aquí saliesen como de las demás provincias de la Península los mozos a quienes designase la quinta para ir a prestar sus servicios de soldados a lejanas tierras”.

íAbajo los Españoles!

Compañeros: ¿Hasta cuándo permitiremos que los DESPOTAS De ESPAÑA se sigan aprovechando de nuestra inacción? Un Regimiento de voluntarios de Puerto Rico ha sido llevado a la fuerza a asesinar a sus hermanos de Santo Domingo: varias han sido nuestras muestras de desafecto: varios de los nuestros se hallan dispersos por los montes y algunos se han ahorcado antes de consentir en ir a matar y robar a nuestros hermanos.

íJíbaros de Borinquen! íArriba!

Perdamos el miedo que nos han hecho cobrar a la guerra la servil educación que nos han dado nuestros amos. Las balas no respetan a los españoles, y lo que ellas no hagan que a cargo del «machete y el vómito prieto».

No les sirvamos de instrumentos; y si nos llevan a la fuerza, como ha sucedido con los otros, pasémonos al lado de nuestros hermanos de Santo Domingo, que nos recibirán con los brazos abiertos y nos colmarán de bendiciones, como lo han hecho con todos los voluntarios puerto-riqueños que han tenido ocasión de abandonar el Ejército Español. Tengamos presente los desmanes, infamias y barbaridades que los jefes españoles hacen sufrir a sus mismos soldados dejándolos morir de sed y de hambre para robarse ellos las provisiones que les mandan de Cuba y Puerto-Rico compradas con nuestro dinero. Y si esto hacen con los soldados traídos de España, ¿qué no harán con nosotros los criollos, a quienes odian de muerte y no dejan vivir en paz y gozar del producto de su trabajo, a quienes tienen secos con subsidios y contribuciones para caminos, escuelas, etc., que ninguno de nosotros ha visto ni verá?

Y sabiendo todo esto es la purísima verdad, porque lo vemos y lo tocamos todos los días, ¿consentiremos en seguir siendo esclavos coartados de los capataces españoles? íLos jíbaros de Puerto-Rico, hijos de Agüeybana el Bravo, no han perdido aun la vergüenza y sabrán probar a sus verdugos, como lo están haciendo los valientes dominicanos, que si son fáciles de gobernar mientras creen que se les hace justicia, no sufren que se abuse de ellos impunemente. Si no tomamos una determinación y nos levantamos en contra de España, a ayudar a nuestros hermanos, la guerra se hará eterna, nos irán llevando uno a uno al matadero, y nuestras mujeres, nuestras hijas y nuestras madres se morirán de hambre y de pesar.

íArriba, compañeros! Ímuerte al despotismo Español-1864.


Don José Pérez Moris y d. Luis Cueto y González Quijano, Historia de la insurrección de Lares. Barcelona: Establecimiento Tipográfico de Narciso Ramírez y C.ª., 1872; pp. 269-270.

{Pérez Moris fue el autor principal; Cueto, su auxiliar}


Esta es la proclama que figura en la obra de Pérez Moris, y no la que Cruz Monclova presentó en su libro, dándola como referencia].


Bibliografía

Fuentes primarias
Manuscritos

AHN, Ultramar 5089, Expediente 1

AHN, Ultramar 5089, Expediente 2

AHN, Ultramar 5062, Expediente 41

AHN, Ultramar 5088, Expediente 46.

Antologías/epistolarios

Betances, Ramón Emeterio. Las Antillas para los antillanos.

Prólogo, selección, traducciones y notas del Doctor Carlos M. Rama. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2001.

Guzmán Rodríguez [padre], Dr. Manuel. Epistolario del doctor Betances. Mayagüez: Tipografía Comercial,1943.

Periódicos

La Revue diplomatique, 19e année, No. 41, 10 octobre 1897, pp.4-5

Obras contemporáneas

Estrade, Paul, Editor. Betances Obras Completas, Volumen XV. Bibliografía. San Juan: Zoom Ideal, 2018.

Neumann Gandía, Eduardo. Benefactores y Hombres Notables de Puerto Rico. Bocetos biográfico-críticos. Volumen II. Ponce: Imprenta del “Listín Comercial”, 1899.

Pérez Moris, Don y d. Luis Cueto y González Quijano, Historia  de la insurrección de Lares. Barcelona: Establecimiento Tipográfico de Narciso Ramírez y C.ª., 1872.

Pérez Moris, José. Pérez Moris, Historia de la insurrección de Lares. Río Piedras, Puerto Rico: Editorial Edil, 1975.

Fuentes modernas

Angelis, María Luisa.  Ramón E. Betances. Su vida y su labor  política. San Germán, Puerto Rico: Imprenta “La Industria”, 1913.

Bosch, Juan. Juan Bosch, La Guerra de la Restauración. SantoDomingo: Editora Corripio, 2007.

Caldwell, Robert G. Caldwell, The López Expeditions to Cuba 1848-Princeton: Princeton University Press,1915.

Cancel, Mario R.  Segundo Ruiz Belvis. El prócer y el ser humano. San Juan: Editorial Universidad de América, 1994.

Cruz Monclova, Lidio.  Historia de Puerto Rico (Siglo XIX). Tomo I. Río Piedras: Editorial Universitaria / Universidad de Puerto Rico, 1979.

Krüger Torres, Lola.  Enciclopedia Grandes Mujeres de Puerto Rico. Primera Parte.  Hato Rey: Ramallo Bros., Printing, 1975.

Moscoso, Francisco.  “Tapia, la Sociedad Recolectora y la Biblioteca

Histórica de Puerto Rico, 1854”, pp. 25-42 en, Roberto Ramos Perea, Editor. Tapiana I. Actas del II Congreso Tapiano de las Jornadas en Honor y Memoria de Alejandro Tapia y Rivera, 2009-2010. San Juan:  Ateneo Puertorriqueño, 2012.

Tió, Aurelio, “La conspiración de San Germán del año 1809”, Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Número 19, abril-junio 1963, pp. 6-14.

Torres Cuevas, Eduardo y Oscar Loyola Vega, Historia de Cuba, 1492-1898. La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 2001.


Notas

[1] Sobre ese movimiento pionero, véase del ingeniero e historiador Aurelio Tió, “La conspiración de San Germán del año 1809”, Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Número 19, abril-junio 1963, pp. 6-14.

[2] Para estos y otros casos de persecución, véase del historiador Lidio Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico (Siglo XIX). Tomo I (1979).

[3] Mario R. Cancel, Segundo Ruiz Belvis. El prócer y el ser humano (1994: 16-17).

[4] La Revue diplomatique, 19e année, No. 41, 10 octobre 1897, pp.4-5. El artículo fue traducido del francés por el sociólogo Carlos M.  Rama e incluido en su antología, Ramón Emeterio Betances, Las Antillas para los antillanos (2001: 150-156); primera ed. 1975. Rama no indicó la fuente y en el Prólogo dijo equivocadamente que esa fue la “última colaboración ya de 1898” de Betances a ese periódico. En el volumen XV Bibliografía de Betances Obras Completas, Paul Estrade, editor (2018: 151), se provee la ficha exacta. Afortunadamente, La Revue diplopmatique está digitalizada y pude examinar el original y aclarar la confusión.

[5] Eduardo Torres Cuevas y Oscar Loyola Vega, Historia de Cuba, 1492-1898 (2001: 190-203); Robert G. Caldwell, The López Expeditions to Cuba 1848-1851 (1915).

[6] “Recuerdos de un revolucionario”, pp. 150-155 en, Ramón Emeterio Betances, Las Antillas para los antillanos. Prólogo, selección, traducciones y notas del Doctor Carlos M. Rama. (2001).

[7] Francisco Moscoso, “Tapia, la Sociedad Recolectora y la Biblioteca Histórica de Puerto Rico, 1854 (2012).

[8] Mario R. Cancel, Segundo Ruiz Belvis (1994: 17-18).

[9]  Véase del expresidente y escritor dominicano Juan Bosch, La Guerra de la Restauración (2007).

[10] Lidio Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico (Siglo XIX), Tomo I (1979: 366-367). El autor no proveyó detalles sobre ese movimiento, ni citó fuentes al respecto.

[11] En oficio del gobernador Messina al ministro de la Guerra y de Ultramar, le anejó la Relación de tenientes de alcaldes de los ayuntamientos de esta Isla nombrados, Puerto Rico, 10 de enero de 1863. En noviembre de 1862 se nombraron los de la Capital, Ponce y Mayagüez. Por Mayagüez fueron designados, 1er teniente de alcalde, don José Chavarri, y 2do teniente, don Carlos Fajardo. AHN, Ultramar 5088, Expediente 46. ¿Acaso “el teniente” se refería a uno de estos?

[12] Memoria sobre el estado de Puerto Rico al Exmo. Sr. ministro de Ultramar, Félix María Messina, Puerto Rico, 18 de noviembre de 1865. AHN, Ultramar 5089, Expediente 1.

[13] Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico (Siglo XIX), Tomo I (1979: 367). La circular se publicó en la Gaceta de Puerto Rico, Número 110, sábado 12 de septiembre de 1863, p.1.

[14] Carta de Ramón Emeterio Betances al Dr. José Julio Henna, París, 17 de febrero de 1896. En, Dr. Manuel Guzmán Rodríguez (padre), Epistolario del Dr. Betances (1943:  52-53).

[15] Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico (Siglo XIX), Tomo I (1979: 367-368).

[16] Tengo un ejemplar original en mi biblioteca. Además, todo el mundo que desee puede comprobar lo que observo, pues la obra de Pérez Moris está digitalizada. Basta ir al Portal de Archivos Espa؜ñoles (PARES), en búsqueda escribir su nombre; en archivos, seleccionar Archivo Histórico Nacional, y clic. Lo encontraran bajo la descripción de Monografía sobre la insurrección de Lares.

[17] Eduardo Newmann Gandía (1852-1913), nació en Ponce, Puerto Rico, donde fue maestro, escritor e historiador local. Era primo del médico y novelista Manuel Zeno Gandía. Autor de Verdadera y auténtica historia de la ciudad de Ponce (1913). Datos en, Mariano Vidal Armstrong, Eduardo Newmann Gandía: Genealogía, vida y obra (Ponce, 1960).

[18] Eduardo Neumann Gandía, Benefactores y hombres notables de Puerto Rico. Bocetos biográfico-críticos. Volumen II (1899: 224-225). Este autor equivocó la fecha de nacimiento de Betances, dando el 1 abril de 1830, cuando fue el 8 de abril de 1827, en Cabo Rojo, Puerto Rico; y la fecha de muerte, 18 de septiembre, cuando fue el 16 de septiembre de 1898, en París, Francia.

[19]  Luis Bonafoux Quintero (1855-1918), nació en Sant-Loubès, Francia, hijo de un francés y de una venezolana. Su familia se estableció en Guayama, Puerto Rico cuando él eran niño, donde cursó los primeros grados escolares; cursó la escuela superior en el Seminario Conciliar de San Juan. Luego se graduó de Derecho en la Universidad de Salamanca. Al interesarse más en la política, se dedicó al periodismo. En 1890 volvió a residir brevemente en Puerto Rico, donde nació su hijo Luis Tulio. Finalmente se radicó en Madrid, y al final en Londres. Datos en, Hispanopedia, 2021 (internet).

[20] Luis Bonafoux, Betances (San Juan; ICP, 1987), p. XXVIII.

[21] María Luisa de Angelis (1891-1953), nació en San Juan; era escritora, ensayista y feminista. Autora de, Mujeres puertorriqueñas que se han destacado en el cultivo de las ciencias, las letras y las artes desde el siglo XVII hasta nuestros días (1908). Datos en, Lola Krüger Torres, Enciclopedia Grandes Mujeres de Puerto Rico. Primera Parte (1975: 133).

[22] María Luisa de Angelis, Ramón E. Betances. Si vida y su labor política (1913: 16-17).

[23] Luis Gómez Martínez (Guantánamo, Cuba; Imprenta “La Voz del Pueblo”, 1927); 18 pp.

[24] Pérez Moris, Historia de la insurrección de Lares (1975: 52-53).

[25] AHN, Ultramar 5089, Expediente 2, ff. 1-2. En el texto también se identifica como Luis Aniceto de Aldrey. Ahí está la fuente, para quienes quieran corroborar.

[26] Germán Delgado Pasapera, Puerto Rico: sus luchas emancipadoras (1984: 57-59).

[27] Ada Suárez Díaz, El Antillano. Biografía del Dr. Ramón Emeterio Betances, 1827-1898 (San Juan: Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe / Revista Caribe, 1987), pp. 59-61.

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