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Hector Arroyo Sierra

Estudiante doctoral en historia, Universidad de Puerto Rico
Intern, Rutgers/Puerto Rico Archival Collaboration

Es un hecho irrefutable que una de las tareas del historiador es recordarle a los demás eso que, por alguna razón, desconocen o han olvidado. Es por esto y debido a un ejercicio fortuito del azar investigativo, gracias a mi trabajo como parte de la iniciativa de el The Rutgers/Puerto Rico Archival Collaboration (PRAC) en el Archivo General de Puerto Rico, que nos topamos con un curioso documento en el Fondo Fortaleza Tarea 96-20 relacionado a un extinto conato de partido político que, para muchos, me incluyo, era hasta hoy desconocido. El mencionado fondo contiene un amplio y diverso inventario de documentos que nos facilitan, por ejemplo y en este caso particular, una mirada profunda a los procesos electorales de las décadas de los años cuarenta y cincuenta entre muchísimos otros asuntos. En ese sentido, como intern y asistente de investigación del Prof. Charles R. Venator Santiago, revisando material no organizado o inventariado de la antes mencionada tarea en su caja 1607 nos encontrarnos con un documento relacionado a la inscripcción del Partido Boricua por más sorpresa que pueda ser nos exige el rigor y la profundidad de visitar las ideas de este proyecto nasciturus absorbido por la sepultante hegemonía del Partido Popular Democrático en esa época.

Lcdo. Hector Gonzalez Blanes, Presidente Partido Boricua
Lcdo. Hector Gonzalez Blanes, Presidente Partido Boricua

Es poco lo que conocemos sobre este Partido Boricua y su vigencia dentro del espectro político insular de la época. En su trabajo Historia de las elecciones y los partidos políticos de Puerto Rico (1809-2012)[1], Fernando Bayrón Toro aborda esta situación de manera superficial y sin mucha atención al detalle: “Cerca de la elección general de 1952, el 22 de junio de este mismo año, el Partido Estadista cambia sus cuadros directivos. En asamblea general extraordinaria este grupo político escoge a Miguel Ángel García Méndez como presidente, en sustitución de Celestino Iriarte. Luis A. Ferré es nombrado vicepresidente. Un grupo disidente, encabezado por Héctor González Blanes abandona el partido”[2]. Para Bayrón Toro este suceso fue uno de poca importancia cuando lo contrapunteamos con las pocas fuentes que de alguna u otra manera cubren este suceso histórico político. Por otro lado, para Reece B. Bothwell el panorama político dentro del Partido Estadista a la altura de 1952 se encontraba lacerado debido al cambio del mando dentro de la colectividad y una notable pasividad electoral:

“La verdad es que el partido, mostrando una gran pasividad, atravesaba una grave crisis, mientras sus fuerzas mermaban en forma alarmante -de 134,500 en el 1940, a 101,700 en el 1944 y finalmente a tan sólo 88,000 en el 1948. A su socio de anteriores campañas, el Partido Socialista, le pasaba otro tanto peor. La muerte acechaba a ambas actividades. García Méndez y Ferré lograron sacar al partido de su letargo e insuflarle nueva vida, y posiblemente lo salvaron de su casi segura desaparición. Celebradas las elecciones del 1952, el Partido Estadista logró tan sólo 85,000 votos, perdiendo su tradicional posición de segundo partido en el país. Peor suerte le tocó al Partido Socialista, pues éste[sic] sucumbe con tan sólo 21,600 votos. ¡Unicamente el 15% de los votos que obtuviera en su apogeo en el año de 1936! Por el contrario, el Partido Independentista logra casi duplicar sus fuerzas y alcanza la crifra de 125,700 votos. Con esa fuerza numérica, el Partido Independentista pasa a ocupar la segunda posición en el escenario político puertorriqueño”.

Bolívar Pagán, quien fuera vicepresidente del Senado de Puerto Rico por la Unión Republicana durante el término de 1933 al 1939 y Comisionado Residente de Puerto Rico en Washington de 1939 al 1945, presentó un cuadro mucho más claro sobre las desavenencias del Partido Estadista a principios del decenio de 1950 en el segundo tomo de su conocida obra Historia de Los Partidos Políticos Puertorriqueños (1898-1956).[4] El autor planteó que el origen de las rupturas en el partido estaba relacionadas a un relevo generacional forzado, el problema de principios con la participación en la Asamblea Constituyente y el propio desgaste institucional de la colectividad.

“…Se discutió en todos sus aspectos el alcance de la Ley 600 y la constitución. Se trazó un plan para reorganizar el partido Estadista, para ser sometido a la próxima asamblea de este partido. Se destacó una comisión de treinta líderes para visitar al presidente del partido Celestino Iriarte, para plantear la situación que requeria, segun ellos, la reorganización del partido. Celestino Iriarte oyó a la comisión, y expresó que estaba dispuesto a dar paso a otro correligionario para presidir el partido, objetando que este fuera Miguel Angel Garcia Mendez. El 5 de agosto de 1951, se reunió el Partido Estadista en asamblea general extraordinaria, en el Teatro Bolivar, en Santurce, bajo la presidencia de Celestino Iriarte. Entre otras medidas adoptadas en esta asamblea, se acordó que el Partido Estadista participaría en la elección de delegados a la convención constituyente a ser convocada de conformidad con la Ley 600 del Congreso. Se instruyó a los delegados estadistas para abogar en el seno de la convención constituyente para que la constitución a aprobarse de-clarare que es instrumento dirigido al pueblo puertorriqueño haciala igualdad en la ciudadanía norteamericana, o sea hacia la Estadidad, de modo que quede claro que, al aceptar participar en su redacción, lo hacemos al objeto de propulsar la realización de nuestro ideal.”[5]

A partir de esta explicación, vemos cómo las decisiones políticas de esta colectividad van a ir construyendo y aumentando las diferencias irreconciliables dentro de su propio núcleo orgnizativo.

Añade Pagán;

“Esta asamblea acordó, además, designar un directorio o comité directivo compuesto de quince miembros para encauzar los destinos de la colectividad. Para formar este directorio fueron elegidos Celestino Iriarte, Miguel Angel Garcia Méndez, Leopoldo Figueroa, Luis A. Ferré, Ramón Llobet Jr., Norman Parkhurst, Juan Ramón Ramos, Néstor Cardona, Héctor González Blanes, Jorge Luis Córdova, Ramiro L. Colón, Adolfo García Veve, Bárbara Vda.de Muriel, Lumen Méndez y Martín Travieso. Este último, invitado a asistir a la asamblea por una comisión de la misma, hizo su in-greso al Partido Estadista ante esta asamblea, que le acogió con cálidas demostraciones de bienvenida. El Partido Estadista se reunió en asamblea general extraordinaria el 22 de junio de 1952, en el Teatro La Perla, de Ponce, bajo la presidencia de Celestino Iriarte. Los ánimos estaban caldeados, y el propósito evidente de la mayoría de los delegados era sustituir al presidente del partido. Cuando informaba Celestino Iriarte sobre la situación politica y sus actuaciones en la dirección del partido, especialmente con respecto a la Ley 600 y la Constitución de Puerto Rico surgió una protesta que promulgó un incidente tumultuoso”.[6]

Toda estas medidas o consideraciones del Partido Estadista nos dirigen a que, contrario al credo de los directivos de esta colectividad, ninguna pudo subsanar el evidente quebranto de esta en -al menos- dos facciones. Una que se mantuvo fiel a Iriarte y la otra alineada bajo el liderato de Miguel Ángel García Méndez y Luis A. Ferré Aguayo. De la mencionada asamblea en Ponce, según Bolívar Pagán, algunos 160[7] delegados abandonaron la misma para reunirse en la casa-club Pro-Estadidad en el mismo Ponce donde sucedieron dos asuntos fundamentales. El primero, acordaron constituir el Partido Republicano Puertorriqueño como parte de su ida del Partido Estadista y, en segundo lugar, pero con vital importancia se designó una junta organizativa compuesta por: Héctor González Blanes, presidente, y Celestino Iriarte, Eduardo Ortiz Reyes, Joaquín Laboy, Cornelio Alvarado, Eugenio Lecompte, Ramiro L. Colón, Guillermo Pierluisi, Felipe Carro, Juan Ramón Ramos, Ramón Llobet Jr., Francisco Fernández Cuyar, Tomis Rovira, Carmelo Vázquez, José del Río, Antonio Ramos Rodríguez, Fernando J. Geigel, José Tormos Diego, Rafael Córdova Dávila y Antonia Martínez Nadal de Pérez. Mientras tanto, en el Teatro La Perla, el rumbo que ya hemos abordado del Partido Estadista y su nueva presidencia siguió su curso.

Peticion de inscripcion del Partido Boricua, Fondo Fortaleza, Tarea, Caja, AGPR
Peticion de inscripcion del Partido Boricua, Fondo Fortaleza, Tarea 96-20, Caja 1607, Archivo General de Puerto Rico.

Sin embargo, el Partido Republicano Puertorriqueño nunca se materializó como lo pensaron en esa reunión de la Casa Club Pro-Estadidad en Ponce. En un extenso, tedioso y desesperante manifiesto publicado el viernes 1º de agosto de 1952 en El Mundo y firmado por Héctor González Blanes como presidente del Comité Directivo, el Partido Boricua se presentó a la sociedad puertorriqueña.[9] Según González Blanes, el impulso del incipiente partido no provino de intereses particulares o individuales, sino de la necesidad de constituir un partido que le hiciera verdadera oposición a la hegemonía existente al momento del Partido Popular Democrático y la Constitución del recién inaugurado Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Todo indica que no hubo intención de antagonizar directamente con los miembros del Partido Estadista bajo el mando de García Méndez y Ferré, sino todo lo contrario, el Partido Boricua se presentaba como parte de una tendencia en aunar todos los sectores que se oponían al Partido Estadista y el Partido Popular Democrático, del tipo que podríamos llamar “frente amplio”;

 “No pretendemos ser, pues los originadores de una idea. La idea existe y ha vivido impaciente en el cerebro de muchos. Estaríamos negando una realidad si no aceptáramos que todos sabemos, cociencia adentro, que en Puerto Rico existe la más inmediata urgencia de una acción política fuerte, la cual, aunando esfuerzos y voluntades viriles, de expresión fiel a los deseos y aspiraciones de una porción considerable de aquella opinión pública que no participa ni comulga con la filosofía del actual gobierno. Esa acción política global, esa unión de fuerzas, dispersas hoy en distintos sectores y grupos de opinión, es el objetivo primordial del Partido Boricua”.[10]

Cuesta trabajo digerir estas palabras dentro de la euforía del verano de 1952, en el pico de la hegemonía del Partido Popular Democrático, la celebración de la Constitución del ELA el 25 de julio de 1952, a penas una semana antes de estos hechos. ¿Por qué fundar un partido bajo estos términos tan cercano al 25 de Julio? Definitivamente el Partido Boricua, interesante uso del nombre para una organización alineada ideológicamente hacia la estadidad, buscaba distanciarse del fracaso electoral del Partido Estadista proponiendo, a destiempo, la realización de un referéndum de estatus en el cual se votaran por las opciones que la población apta para votar entediera mejor para la isla.

 “Sus fundadores, cierto es, tienen puesta su fe en el logro de la Estadidad parta nuestro pueblo, pero convencidos de la necesidad existente de que se cumpla de manera democrática la voluntad de la mayoría proclama que la solución del status político de Puerto Rico ESTA EN ISSUE [sic], y contrae el compromiso solemne con el electorado de celebrar un plebiscito para  que el pueblo mismo determine en las urnas en qué forma debe resolver su problema político; obligándose a gestionar activamente ante el pueblo de los Estados Unidos la implantación de aquella fórmula emancipadora que el pueblo eligiere…Puerto Rico es un pueblo altivo. Entedemos que en el orden actual político no le satisface su actual status. Entendemos, también, que nuestro pueblo, globalmente, repudia todo acto legislativo que afecte nuestra sociedad y en cuya ejecución o aprobación no haya estado esta representada. No comprendemos que sea digno a nuestro pueblo legislarse para el por un Parlamento en el cual no tenemos voto y representación adecuada. Entendemos que la supresión de nuestro actual estado territorial es, asimismo, un deseo de nuestro pueblo. Entendemos, por último, que para armonizar los diversos deseos de aquellos núcleos dispersos de nuestra sociedad que, en total, constituyen la mayoría de nuestra población -hoy dividida en razón a las intransigencias imperantes de partidos minoritarios- se hace necesario la creación de un partido potente que logre dar expresión cabal al verdadero sentir de Puerto Rico”.[11]

Todo parece que el Partido Boricua se hizo sal y agua en menor tiempo de lo que su membresía tenía contemplado. Esto pudo ser debido a la innegable hegemonía del poder que ejercía el Partido Popular Democrático en una época neurálgica para las grandes transformaciones sociales y económicas que la isla iba sufrir, en un abrir y cerrar de ojos, a lo largo de esa década. No debe sorprendernos que el mencionado partido no pasara a mayores y que el viejo Partido Estadista también sufriera cambios a lo largo del camino convirtiéndose en el Partido Estadista Republicano. Si bien este recorrido por el breve origen del Partido Boricua resulta interesante, nos es urgentemente meritorio regresar al meollo del asunto: el ejercicio fortuito de encontrar un formulario de inscripcción del Partido Boricua.

El documento que tenemos a nuestro haber levanta ciertas alertas que lo posicionan lejos de aquel Partido Boricua producto del cisma del Partido Estadista en Ponce durante el verano del 1952 y nos lleva directo a donde el vecino de San Juan, Abelardo González Collazo de 39 años y su petición de inscripcción del Partido Boricua para el municipio y el precinto no. 1, firmada el 24 de julio de 1944. Del documento obtenemos información vital para continuar hilvanando todo el tejido de lo que es un proceso -léase intento- distinto de la misma colectividad. Aderezado con un prominente machete en medio de la parte superior de la petición, nos encontramos con un grupo de personas que se presentan como candidatos a diversos puestos electivos muy distintos a los sujetos que estamos acostumbrados a reconocer en la política insular de esa época.

De la hoja de inscripción se desprende la composición de los miembros del Organismo Directivo: Rafael García como Presidente, Zacarías Andino como Vice-Presidente, Andrés Quiñones Echevestre como Secretario, Carlos E. Verdejo como Sub-Secretario y la Srta. Dora Gonzázlez como vocal. A estos, los electores que dieran su endoso, les autorizaron a llevar las riendas del Partido Boricua en todo lo concerniente al proceso administrativo, sustitución de candidatos y otros asuntos de importancia para la continuidad electoral. Sin embargo, ninguno de estos nombres contenidos en el documento nos son conocidos en las fuentes consultadas a la altura de 1952, esto podría ser debido a que es un proceso de inscripcción de carácter municipal principalmente. No obstante, es en el mismo documento donde encontramos la plana mayor del Partido Boricua y sus respectivos puestos a los que compitieron electoralmente. Teniendo en consideración el hecho de que este documento antecede la Ley Núm. 447 del Congreso Federal donde nace la figura del gobernador electo, el funcionario electo de mayor importancia al momento lo era el Comisionado Residente. En ese sentido, la composición se dio de tal manera; Jaime Durand para Comisionado Residente, Andrés Quiñones Echevestre como Senador por Acumulación, Benito Alonso Jr. como Representante por Acumulación, los Senadores de Distrito serían Rafael García y Julián Monsanto, el Representante del Distrito 1 sería Mario Mirabal. También expusieron los miembros que proponían para la Junta de Comisionados de la Capital siendo estos:Heriberto De los Santos, Estebanía Clemente, Marcos Laborde Maristani, Carmelo Vales y Catalino Negrón. Todos residentes bonafides de la ciudad de San Juan.

El panorama que dibuja una mirada somera al periódico de circulación nacional El Mundo provee información sustancial que demuestra la complejidad y el carácter accidentado en ambos intentos de inscripcción del Partido Boricua. Todo parece engranar en el mes de agosto del 1944 donde el periódico mostró mayor interés sobre la inscripcción de nuevos partidos, no sólo la del Partido Boricua. Sin embargo, al este partido ser la materialización de la Unión Republicana Progresista, es evidente el interés que iba a tomar por parte de la prensa. Para el 26 de agosto, según Fernando Braulio Fornaris, Procurador General interino, un tal Balseiro y Celestino Iriarte argumentaron que los jueces en algunos municipios de la isla no cooperaron en el proceso de inscripcción del Partido. Según Fornaris, había dado instrucciones “ a los fiscales de Aguadilla, Arecibo, Bayamón y Caguas, para que investiguen con los jueces municipales y de paz cualquier situación anómala de modo que la misma se remedie”.[12] ¿Qué era lo que reclamaban Balseiro e Iriarte con respecto a la cooperación de las respectivas cortes? Simple. Su reclamo, a mi juicio problemático, exigía que las cortes ofrecieran la mayor cantidad de tiempo al proceso de inscripcción de los nuevos partidos políticos pero en la medida que esto no entrara en perjuicio con las vistas de los otros casos pendientes a verse en las cortes.

E. D. Brown a Rafael Garcia, 22 de agosto de 1944.
E. D. Brown a Rafael Garcia, 22 de agosto de 1944.

En su columna “En Torno a la Fortaleza”[14], Eliseo Combas Guerra presentó una excelente radiografía del accidentado proceso de inscripcción electoral que hoy nos ocupa. Según Combas Guerra, el Partido Boricua fue el producto de la unión entre Liberales y Republicanos conocida como la Unión Republicana Progresista, a la sazón de la última media hora Ortíz Reyes y un tal Rosselló se turnaban haciendo llamadas al oficinas centrales del Partido “solicitando se dieran prisa en el envío de las peticiones. “ “Las estamos empaquetando ya”, “Estamos esperando un camión para llevarlas”; “ Ya están cargando el camión” Todas estas contestaciones, que al que las recibía decía al otro representante en alta voz, ponía nerviosos, no sólo a los represetantes de los demás partidos allí, reunidos, sino más que a nadie a los empleados de la Secretaría por el enorme trabajo que la inscripción de otro nuevo partido representaba.”[15] Así las cosas, la inscripcción del partido, bien acotó Combas Guerra, en un amague del Partido Boricua y Celestino Iriarte; “¡Apuren, apuren, que ya van a dar las doce y se van a quedar fuera!…Pero entonces, de las oficinas centrales, contestaron que decía Iriarte que no iba a enviar las peticiones del Boricua, porque no quería darle trabajo a las empleadas de la Secretaría Ejecutiva”. Todo parece apuntar a que los procesos de recolección de endosos para la inscripcción de este nuevo partido se desvanecieron en el aire, y es que en la misma columna de Combas Guerra se discuten las inscripcciones electorales del natimuerto Partido Campesino de Moca, el Partido Insular y el Partido Auténtico.

A ochenta y un años de este particular suceso de ejercicio hegemónico dentro del plano electoral parece que existen continuidades o similitudes dentro de estos procesos administrativos hasta nuestros días. Por ejemplo, las candidaturas electorales para el recién concluído ciclo electoral del 2024 de Rafael Bernabe, Mariana Nogales y otros miembros del Movimiento Victoria Ciudadana fueron descertificados por el juez Raúl Candelario López en un ejercicio que para muchos constituyó un golpe directo a la anacrónica democracia que experimenta en esta colonia y que ya pasados varios meses podemos considerar esta decisión jurídica dentro del espectro del poder hegemónico que ejerce el Partido Nuevo Progresista en las institucionalidad del Estado. Definitivamente no son procesos idénticos, sino que ambos resaltan lo que sin duda alguna, en 1944, el 1952 y en 2024, sostiene la continuidad del dominio político institucional del Partido Popular Democrático para la década del cuarenta-cincuenta y el Partido Nuevo Progresista en la actualidad. Estos hechos, que bien conforman un destello dentro de la historia política puertorriqueña del siglo XX, demuestran la importancia de regresar a observar crítica y detenidamente las particularidades de los procesos políticos de la primera mitad del siglo para hilvanar nuevas narrativas o posibilidades de investigación que se distancien de los caudales historiográficos ligados estrictamente al binomio independentismo v. estadolibrismo que tanto limitan la aparición de fenómenos como el aquí descrito. En ese sentido, tener una aproximación a todo el espectro partidista electoral, entiéndase lógicas de estatus y cómo operan las dinámicas electorales establecidas profundamente en la institucionalidad nacional, podría señalar el camino a tomar al momento de establecer legislación que subsane las deficiencias burocráticas y hegemónicas que han sido constantes hasta nuestros días con miras al futuro.


Referencias primarias:

Inscripción del Partido Boricua, AGPR, Tarea 96-20, Caja 1607.

“Manifiesto Del Partido Boricua” (San Juan: El Mundo, Agosto 1, 1952)

“En torno a Fortaleza” El Mundo, 26 de Agosto 1944

Secundarias:

Bayrón Toro, Fernando. Historia de Las Elecciones y Los Partidos Políticos de Puerto Rico (1809-2012), 10ma ed. (Río Piedras: Publicaciones Gaviota, 2016).

Reece B. Bothwell, Orígenes y Desarrollo de Los Partidos Políticos En Puerto Rico (San Juan: Editorial Edil, 1987)

Pagán Bolívar. Historia de Los Partidos Políticos Puertorriqueños (1898-1956) (San Juan: Libreria Campos, 1959). Tomo II


Notas

[1] Fernando Bayrón Toro, Historia de Las Elecciones y Los Partidos Políticos de Puerto Rico (1809-2012), 10ma ed. (Río Piedras: Publicaciones Gaviota, 2016).

[2] Bayrón Toro, 287.

[3] Reece Bothwell, Orígenes y Desarrollo de Los Partidos Políticos En Puerto Rico (San Juan: Editorial Edil, 1987) pág. 197

[4] Bolívar Pagán, Historia de Los Partidos Políticos Puertorriqueños (1898-1956) (San Juan: Libreria Campos, 1959). Tomo II, 303.

[5] Pagán, 303.

[6] Idem, 304.

[7] Pagán, 304.

[8] Ibid, 304

[9] “Manifiesto Del Partido Boricua” (San Juan: El Mundo, Agosto 1, 1952), Pág 5.

[10] El Mundo, 5.

[11] El Mundo, 5.

[12] El Mundo, 26 de Agosto 1944, Pág. 7

[13] Ibid, 7.

[14] El Mundo, 26 de Agosto 1944, Pág 6.

[15] Supra, 6.

[16] Ibid, 6.